Jornada de la Vida Consagrada: Carne y palabra

El salesiano Jordi Clua i Mercadal  resume con estas palabras la Jornada de la Vida Consagrada que compartieron los miembros de Confer Menorca.

Ciudadela de Menorca, 2 de febrero 2019

De la jornada formativa que nos impartió Marta García Fernández (HNSC), el pasado sábado 2 de febrero de 2019: “Carne y Palabra”, en el contexto de la jornada de formación y convivencia de la CONFER de Menorca, que se desarrolló en el monasterio de las Hermanas Clarisas de Ciudadela, cabe destacar dos grandes ejes que giran alrededor de las relaciones que se establecen entre la Palabra revelada y la carne creada por el Creador.

Marta García, doctora en Sagrada Escritura, fue desarrollando a lo largo de su dinámica disertación, la relación existente entre la Palabra revelada, entendida como materialización de la esencia de Dios en el mundo, y cómo ésta debe transformarse en cuerpo encarnado de Dios en nuestro mundo. Esta concepción del sentido de la escritura, abre un nuevo sentido teológico a la interpretación de los textos sagrados y a la forma de cómo el creyente debe materializarlos en su propio ser, convirtiéndolos en presencia de Dios en el mundo.

Se trata en definitiva de asumir el ejercicio vital de ser encarnación de la Palabra y dedicar la propia vida a sentirla y a comunicarla. Encarnar significa que la escritura recibe los atributos del cuerpo material, y que es capaz de desprender por lo tanto olor, sonoridad, corporalidad y de ser presencia real del Creador. A pesar de ello, la gran tragedia y, al mismo tiempo, reto entusiasmante, es la incapacidad que sentimos de abarcarlo todo y de comprender lo que significa la grandeza creadora de Dios. De ahí tantas resistencias y miedos, por qué la vida de Dios es desconcertante y para sentirla debemos iniciar un viaje con la vista puesta en un horizonte que nunca se alcanza. Por ello podemos afirmar que la Vida Religiosa es un salto al vacío, que se realiza con la confianza puesta en quien sabemos que se desvive por nosotros.

La hermana Marta, recordaba con convicción, que para realizar este salto de confianza debemos ser cristianos de obras con contenido. Nos recordaba que Dios se revela con hechos y con palabras. Sólo podemos acoger la Palabra de Dios encarnándola en nosotros mismos. Debemos rumiarla con gusto y meternos dentro de ella. Para ello debemos utilizar todo nuestro ser corporal: oído, boca, cuerpo, pensamiento… Tenemos un sentido que nos capacita a captar la presencia de Dios. De ello se desprende que podemos gustar y ver la Palabra. Es la propia revelación que podemos captar a través de nuestros sentidos. Por ello, el creyente, vive una vocación profética en nuestra sociedad y debe estar atento a los signos de los tiempos para saber reconocer la verdad en el rostro del otro, que debe marcar nuestro compromiso y nuestra experiencia vital.

Damos por hecho que somos creyentes, pero debemos analizar si somos expertos en humanidad. Sólo si somos portadores de la Palabra y nos apropiamos de ella para transmitirla a través de testimonios de vida y proclamación valiente de la Palabra, cumpliremos nuestro anhelo infinito de Dios y nos realizaremos como seres humanos. Nuestros silencios aprisionan el deseo que tiene Dios de comunicarse a la humanidad. Debemos ser portadores de la Palabra y comprometernos con ella para defender al débil y oprimido. Sólo así podremos cumplir nuestra misión de hijos, que sienten el deseo de estar atentos a la voluntad del Padre creador, para hacerla realidad en nuestro mundo.